En el periodo pre-dinástico son comunes las vasijas de piedras como el alabastro, la serpentina y el esquisto, utilizadas para cosméticos o usos rituales. Las mismas tenían variedad de formas, las cuales podían ser globulares o alargadas. Lo característico de tales vasijas es la pureza de sus líneas, carentes de decoración, pero de una belleza extraordinaria, puesto que el artesano pulía el exterior de los vasos hasta lograr que resaltaran las vetas de las piedras. El interior era confeccionado con la técnica de la abrasión para lo cual utilizaban objetos de sílex duro como instrumentos.